La escena no tenía glamour. Cuando la música deja de ser sonido y se convierte en gesto humano. No hubo luces brillantes, ni riffs triunfales. Fue una de esas tardes donde la música se calla y deja que hablen las heridas. Pedro Andreu apareció con un tanque de oxígeno al lado, delgado, con la voz como un cristal a punto de romperse.
No venía a «rockear». Venía a dar la cara. Y eso (en tiempos de playback emocional y marketing con esteroides) vale más que mil solos de batería. La conferencia de prensa era en el Playhaus por TotalPlayun sitio fantástico, en la Ciudad de México. Pero esa tarde olía a tristeza, a derrota digna, a corazón abierto. Medio centenar de medios lo vieron. Algunos con cámara. Otros con respeto. Todos con el nudo en la garganta.
La altitud lo golpeó como lo hace la realidad cuando uno ya no tiene veinte años. En Toluca alcanzó a tocar dos canciones. Luego, nada. En el Hendrix de Satélite ya no hubo batería, pero sí cuerpo, mirada, temple. Vino con oxígeno, pero sobre todo con carácter. A estar. A agradecer. A no desaparecer. “Me duele profundamente no poder tocar”, dijo. “México me ha hecho sentir más vivo de lo que a veces mi cuerpo permite”. Y con esas palabras, nadie respiró por unos segundos. A su lado, Alejandro Pamanespromotor con más alma que plan de negocios, soltó las verdades: “Jamás haríamos algo que no esté a la altura de lo que representa Pedro. Por eso hablamos claro. Porque el arte se cuida. Y a los artistas, más”. No hubo trucos. No hubo excusas. Nadie escondió nada bajo la alfombra. No se canceló nada. Se transformó todo.
El rock se rehace con lo que hay, con lo que queda, con lo que duele. Así funciona. Música de Artemisaen lugar de bajarse del barco, subió al escenario a tres bateristas mexicanos: Corona de Elohim (Moderado), Gil Santiago Rangel (DLD) y Eduardo Carrillo (Ahora). No para reemplazar a Pedosino para tocar por él. Por todos nosotros. “Esto no es un encargo, es un privilegio”, dijo Carrillo. Y sonó sincero. Porque lo era. Lo que iba a ser una mini gira tributo a Héroes del Silencio se volvió otra cosa. Algo más brutal. Más humano. Cada show será ahora una carta de amor al cuerpo que falla, pero al espíritu que se niega a ceder. Un tributo en vida a un hombre que ya no puede golpear tambores, momentáneamente, pero sigue golpeando corazones.
Las fechas siguen en pie: 11 y 12 de julio en La Piedad Live Music (CDMX), 19 en el Etapa de techo C3 (Guadalajara). Cambió el plan, pero no el rugido. En un mundo que cancela, que disfraza, que corre a esconderse cuando algo se tuerce, Artemisa apostó por la verdad. Por mostrarnos al guerrero sin armadura. Por decirnos que el rock también es esto: presentarse, aunque el cuerpo diga no. Agradecer, aunque el aire falte. Pedro Andreuel mismo que puso ritmo a “La Herida” Y “Avalancha”volvió a México. No a tocar, sino a estar. No a demostrar nada, sino a sostenerlo todo con su sola presencia. Y eso, actualmente, también es ruido, es rock and roll. Del más puro. Del que deja huella.