Un lustro después del último álbum de estudio de las hermanas Graneroel notable Mujeres en la música pt. III (Columbia, 2020), las autoras de singles tan redondos como “The Wire” o “Now I’m In It” regresan con un trabajo que bascula alrededor de la ruptura de Danielle con el productor habitual de sus largos, el afamado Ariel Rechtshaidcon quien mantuvo una relación de nueve años. Lejos de regocijarse en las razones por las cuales aquello llegó a su fin, aquí encontramos un elegante paso adelante vital trasladado a unas composiciones de tono cálido, celebrando el amor que una vez existió al mismo tiempo que acomete la necesidad de mirar adelante.
Estamos pues ante un ramillete de canciones más luminosas de lo que podría parecer. Un chasquido de dedos que incita a coger el toro por los cuernos y enfrentarse a una nueva etapa con la mejor de las actitudes. La propia Danielle produce los temas en inspirada sintonía con Yo rostam batmanglij (ex Fin de semana de vampiros) estimulando los sentidos del oyente desde la inicial “Gone” con sample del “Freedom! 90”de George Michael incluido. “All Over Me” suena a Granero por los cuatro costados: cadencia acústica, melodía cristalina y tarareable, y batería de cariz sintético, siendo con el excelente hit de adelanto “Relationships” cuando la cosa alcanza un pico de intensidad apreciable. Estribillo redondo y letra que rechaza los rodeos para cavilar sobre las complicaciones que pueden derivar de una relación cuyos cimientos se tambalean sin solución aparente. Es el gancho estrella del álbum, capaz de mirar de tú a tú a logros pretéritos como “Forever”.
Siendo honestos, la música y la imagen de las californianas Granero contienen algunos de los elementos a los que los enemigos bien podrían agarrarse para no tomárselas todo lo en serio que merecen: aspecto de estrellas hipster de Hollywood vestidas por marcas de renombre y que superan los trances con una sobredosis de kombucha y una fiesta de pijamas, abrazando un sonido pulcro y aseado con cero riesgos. Nada más lejos de la realidad, pues es cuando buceamos en los textos, nada condescendientes, cuando encontramos motivos más que suficientes para evaluar el producto con la rigurosidad que merece, sin dejarnos llevar por lo aparentemente frívolo del envoltorio. Obviamente sus canciones son carne de cañón para series pop dirigidas a público de mediana edad, pero quién en su sano juicio musical podría ponerle peros a dejes tan pegajosos como los de “Take Me Back”, con esa alocada armónica, o a esos dos dianas incontestables que son “Lucky Stars”, que tanto remite a la frescura de otro trío femenino tan reivindicable como Munay la brillante “Million Years”, con su inercia tan arrimada (por suerte) a la indietrónica.
“Everybody’s Trying To Figure Me Out” dibuja el contorno de ese quebranto guitarrero de unos Acera o unos Weezer sin coartada Jackass, para levantar un número de rock conciso e inspirado, mientras que “Spinning” es un festín ochentero con sabor a radiofórmula. Entre ambos extremos, el góspel con importante carga emotiva con el que arranca “Cry”, lleva en volandas un elocuente ejercicio de reflexión sobre cómo muchas veces lloramos sin saber muy bien por qué, o sin que sea necesaria una razón en concreto para desahogarnos de esa manera. “Now It’s The Time” echa el cerrojo jugueteando sobre un sample del “Numb” de U2 para constatar en su letra que Danielle “nunca ha pedido a nadie que se disculpara”. Esto no va de saldar cuentas pendientes sino de arrimar el hombro para no malgastar ni un segundo en proclamas cargadas de rencor.
Estamos ante un trabajo ecléctico que, a pesar de apostar por un agradecido minutaje por encima de los cincuenta minutos en tiempos en los que formatos largos parecen denostados, funciona por su dinámica variada y la inspiración de unas melodías que convierten la amargura de un sinsabor, en un colorista ejercicio de valiente reinvención para una banda siempre inspirada en su visión del pop accesible, pero no por ello superficial o simplista.
Escucha HAIM – I Quit