Según un estudio reciente de Deezer, más del 30% de la música que se sube hoy a la plataforma ya ha sido creada por inteligencia artificial. Un dato que suena tan fascinante como inquietante, canciones sin historia, sin manos temblorosas rasgando unas cuerdas, sin kilómetros de carretera… Y, sin embargo, ahí fuera, siguen existiendo bandas que resisten al algoritmo. Los Beth son capaces de recordarnos, con un buen puñado de canciones, una voz encantadora y unos instrumentos (aunque no fueran suyos) que el pop de guitarras no está muerto.
Eso fue lo que pasó el pasado jueves en la Sala Nazcaen un concierto auspiciado por Visitas Primaveracuando los neozelandeses se colgaron unas guitarras, un bajo y unos platos de batería – todo ello prestado – y desataron una tormenta de jungle pop e indie rock arrebatadora y perfecta.
Abrieron la noche sus compatriotas Fecha límitetodo un descubrimiento, un torbellino de guitarras y fuzz noventero, que parecían haber salido de una sesión perdida de Sal de Veruca oh Los criadores. En apenas media hora soltaron una ráfaga de canciones que olían a horas de ensayo y nostalgia grunge, sin perder la visión sobre los nuevos tiempos. “Please Knock Me Out”, “Be Good” y “Drama” ayudaron a dibujar un concierto sobresaliente, sin paradas y dejando más de una boca abierta.
Su cantante, tan aparentemente timada como desbordante, agradeció al público madrileño de manera sincera, antes de cerrar con “Hey! You Look Good”, himno de autoestima para los que llegan tarde a una cita. Acabaron sudados y felices; y el sudor muchas veces es una de las medidas de diversión sobre un escenario.
Allí estaba ya subida Elizabeth Stokesal frente de Los Beth y desde los primeros acordes de “Straight Line Was a Lie” y “No Joy”, estaba claro que aquello iba a ser especial, ayudado en gran parte por un público entregado que coreó la práctica totalidad de las canciones desde el comienzo del concierto.
Isabel, con ese acento kiwi tan musical y un castellano sorprendentemente fluido (“lo estudié en el cole, pero en mi ciudad no tengo con quien practicar”), se ganó al público de inmediato y compartió con una mezcla de humor y ternura el drama de su gira, el robo de todo su material días antes. Pero, en lugar de lamentos, ofrecieron toda una lección de resistencia musical de una banda independiente, tocando con instrumentos ajenos, pero con la misma ilusión de siempre.
Temas como “Silence Is Golden” y “Future Me Hates Me” volvieron a ser coreados por una sala llena hasta los topes, convertida en una suerte de karaoke colectivo. En “Metal” y “Til My Heart Stops”, la banda jugó con los contrastes, navegando entre la fragilidad y la fuerza, mientras los fans respondían con esa manera de los que no saben contenerse.
Uno de los momentos más sentidos fue la interpretación de “Mother, Pray for Me”, en la que el resto de la banda pasó a un segundo plano y dejaron que Elizabeth, armada solo con su inapelable voz y la guitarra, fuera capaz de erizar los bellos de toda la sala.
El bloque final, con “Jump Rope Gazers” y “Little Death” fue un auténtico viaje in crescendo hasta la perfección de “Expert in a Dying Field”, el hit single de su excelente La línea recta era una mentira (Anti Records 2025). Canciones que hablan del amor, el desencuentro y esa torpeza maravillosa de ser humano, interpretadas con acierto y unas sonrisas sempiternas en sus caras.
Ya en el bis, “Take” cerró la noche como un suspiro y dejando la pregunta de si eso había pasado realmente. Elizabeth miró al respetable y agradeció por cantar tan fuerte, debe dar gusto tocar así, aunque sea con material prestado.
En tiempos de grandes giras, colas virtuales para entradas, algoritmos y música hecha para listas de reproducción, Los Beth siguen tocando canciones que parecen postales sin remitente, pero que llegan igual y eso, queridos, es el verdadero lujo del directo en salas.
Fotos The Beths + Dateline: Fernando del Río
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