La tercera película del cineasta es cine social y ‘thriller’ y la más difícil que ha hecho hasta la fecha. En ella es actor, productor, guionista y director. “El binomio director-productor es muy complicado. Nunca sale bien”, afirma
Daniel Guzmán (Madrid, 1973) ha hecho la película más difícil de su carrera como director. La deuda le ha costado labores de dirección, de producción, de guion y de interpretación. La historia es suya, el papel protagonista también, se ha colocado detrás de las cámaras y ha sido el productor. Después de esto se le han quitado las ganas de meterse en otro proyecto como este. “Es la película que no le aconsejaría hacer a ningún compañero ni compañera”, dice en SensaCine. Ser el hombre orquesta le ha dado una gran libertad, pero eso también es un inconveniente. “Es un camino que solo tiene obstáculos y es de un compromiso personal y profesional y que no te puedes imaginar”, señala.
La deuda, que llega a los cines el 17 de octubre, es la tercera película de Guzmán como director tras A cambio de nada (2015) -Goya a Mejor director novel y una nominación a Mejor película y otra a Mejor guion original- y Canallas (2022). En esta ocasión, la historia sigue a Lucas, un hombre que convive y cuida a una mujer mayor llamada Antonia. Cuando un fondo de inversión se hace con el edificio en el que viven, la única forma de no perder la casa es pagando una deuda. Lucas se mete entonces en una banda para conseguir el dinero.
Esta La deuda, el Tourmalet, el Annapurna y el Nürburgring de Guzmán; ha sido complicado para el cineasta, pero ver la reacción del público en los coloquios hace que se le olvide todo. “Es como cuando tienes un hijo o una hija que te da quebraderos de cabeza, pero cuando te sonríe se te olvida todo”, explica. “Esto es exactamente igual. Aquí tengo una hija de cuatro años. En A cambio de nada tengo otra hija de diez años y en Canallas tengo un hijo de seis años. Todos me han dado los mayores quebraderos de cabeza, pero es verdad que cuando veo al público que se emociona o que se ríe o que luego se queda sin cenar desde las 10 de la noche hasta las 12:30 sentado una butaca preguntándote y compartiendo puntos de vista contigo, la verdad es que se te olvida todo, pero no voy a volver a hacerlo”.
– ¿Cuántas veces has dicho: ‘No voy a volver a hacerlo’?
– Es verdad. Ya, ya, ya. Siempre me pasa en todas las películas. Acabo y digo: ‘Nunca más’. Y, de repente, otra película entra dentro, se activa el motor, pero una película de 78 localizaciones, de cinco millones de euros, produciendo, dirigiendo, actuando a la vez y de diez semanas de rodaje nunca más la voy a hacer. Eso se puede hacer una vez en la vida.
Es como cuando tienes un hijo o una hija que te da quebraderos de cabeza, pero cuando te sonríe se te olvida todo
Originalmente, el papel de Lucas no iba a estar interpretado por Guzmán. “Tuve que protagonizar la película por causas de fuerza mayor, por circunstancias y por necesidad de producción”, revela. El juego se complicó todavía más, pero lo peor era colocarse detrás de las cámaras y ejercer de productor.
“El binomio director-productor es muy complicado. Nunca sale bien”, reconoce. “Es una ecuación que siempre sale en negativo al final de la producción. Es verdad que me da una libertad autoral para contar las películas que quiero, que necesito contar como quiero contarlas, que no tengo a nadie que me condiciona”, señala. “Al final, lamentablemente para el productor, gana el autor y luego, cuando termina la fiesta y tienes que ver la factura y ver cómo ha quedado todo en el lugar, pues dices: ‘Nunca más”. Lo de dirigir y actuar a la vez tampoco es algo que necesite repetir: “Voy a intentar no hacerlo más veces para seguir dándole el lugar y las herramientas que quiero darles a mis actores”.
Cine social

Wanda Visión
La deuda sigue la estela de los anteriores trabajos de Guzmán en los que el cine social es un ingrediente principal. “Me cuesta mucho [concebir el cine si no es cine social]”, reconoce. “Son películas muy apegadas a la vida, a la realidad, que no se sabe muy bien dónde está la realidad y la ficción. Es verdad que no me puedo separar y lo hago también de manera inconsciente”. Aquí, en La deuda, el tema a tratar es el de la gentrificación. “Es algo que estamos viviendo desde hace unos años hasta ahora, que ya está en límites difíciles de controlar y que hay que darle una solución a esto. No pongo el punto de vista ahí de manera moralista ni paternalista ni demagoga”.
Guzmán quiere que sea la historia la que invite a la reflexión. “A mí me gusta ese tipo de cine: que veo la película, que me mueve, que me cuestiona, que me da reflexión y que me da otro punto de vista, que salgo de la película pensando en ella y que me acompaña un tiempo; aparte de que me emocione, que me divierta, que me ría, que se me caigan las lágrimas, pero también que me acompañe y que me invite a la reflexión”, destaca. “Y como me gusta verlo como espectador, pues también me gustaría hacerlo como director y como cineasta y al final todo es social, todo es sociedad.. Cuento historias o que me pasan a mí o que me han pasado, que le pasan a mi entorno también, para que se produzca una comunión con el público. Y bueno, que nos acompañen o nos dé otros puntos de vista“.
Es algo que estamos viviendo desde hace unos años hasta ahora, que ya está en límites difíciles de controlar y que hay que darle una solución a esto. No pongo el punto de vista ahí de manera moralista ni paternalista ni demagoga
Dentro de esta historia de Lucas y Antonia, hay también una enfermera, Mara, que da el punto luminoso al relato y una madre, Gabriela, que ha sufrido una gran tragedia en la que Lucas está involucrado. La primera está interpretada por Susana Abaitua (Vitoria-Gasteiz, 1990). La segunda por Itziar Ituño (Basauri, 1974).
“Es importante la cultura, es importante lo que contamos”, dice Abaitua sobre protagonizar un filme de tinte social. “Cuando, encima, estás de acuerdo con el punto de vista que está dando, sientes mucho orgullo y quieres que la película se vea”. “Hay distintas propuestas en el mundo del cine. Hay propuestas que son para pasar un buen rato y evadirse de toda esta mierda de mundo. A veces es una mierda, otras es maravilloso”, afirma Ituño. “Otras veces hay que mirar al monstruo de cara. Ahí está el verdadero arte del cine, que sacude un poco las conciencias, te hace sentir cosas y, cuando sientes cosas el pensamiento cambia y, a lo mejor, la actitud también. El arte puede ser un motor de cambio y el cine también y uno muy poderoso. Por ese lado, La deuda está dentro de esa línea”.
Las tres mujeres de ‘La deuda’

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Abaitua e Ituño ensayaron mucho con Guzmán para preparar sus personajes. “Con Dani fue como llenar y llenar las capas y jugar”, comenta Abaitua, que destaca que, pese a que su personaje era uno más secundario, el director quiso profundizar con ella igual que si fuera uno más importante. “Fue dejarme llevar, jugar, hablar, charlar de todo”, destaca.
Con Ituño, la experiencia fue parecida. “Un día terminamos en la cafetería del Reina Sofía ensayando, que estaba lleno y nosotros: ‘Venga, entra otra vez, que ahora te lo voy a hacer distinto y tú, cuando quieras, tú te vas”. El pobre camarero, que venía con los cafés, yo largándome y volviendo a entrar, el hombre no entendía nada. Era superdivertido”, recuerda. “Yo pocas veces he ensayado tanto como si fuese para una obra de teatro y me ha servido muchísimo porque a mi personaje le pasa un una cosa tan tremenda que que es muy difícil entrar ahí, y con todo este trabajo previo conseguí entender por dónde por dónde tenía que ir el camino”.

Wanda Visión
Hay otra actriz que es el gran descubrimiento de La deuda: Rosario García, la mujer que da vida a Antonia y que Guzmán buscó como “una aguja en un pajar”. “Una diosa”, dice el director sobre la actriz, que falleció el pasado mayo a los 92 años y no tenía experiencia previa como intérprete. “Después de un año de búsqueda y de 600 y pico, casi 700, mujeres entre las que estuve buscando y probando en todos los lados: en la calle, en mercados, en centros de salud, en centros día, en residencias… una barbaridad. Al final encontré esa aguja en ese pajar y me ha regalado momentos únicos“.
“En el festival de Málaga, me acuerdo que le decía: ‘Charo, ¿qué tal? ¿Estás contenta? Jo, eres la gran estrella. Mira qué ovación”, cuenta Ituño. “Decía: ‘Sí, pero ahora cuando vuelva a la residencia, es que me tienen pelusa. Es que hay uno que desde que me cogieron a mí en el ‘casting’ ya no le caigo bien”.