El western es un género tan influyente que muchos autores han querido tocarlos sin atarse necesariamente a las restricciones de tiempo y espacio que suelen imponer. Aún se podían tener aires desérticos, pero el neo-western surgió para recurrir a códigos y lenguajes desde un prisma completamente contemporáneo.
Entre las grandes joyas de este neo-western brilla con luces de neón un título como Sangre fácil, la primera película de Joel Coen e Ethan Coen. Un thriller criminal con aromas del cine del Oeste que fue también el estreno de la actriz Frances McDormand, y que en hora y media consigue todos sus objetivos.
El dueño de un bar de Texas, Julian Marty, que en general no es considerado una buena persona, contrata al turbio detective privado Loren Visser, que consigue obtener lo que Marty le pide: pruebas de que su mujer, Abby, y uno de sus camareros, Ray, están teniendo una aventura. Cuando Ray y Abby se dan cuenta de que Marty les ha descubierto, esto les permite planear su futuro lejos de Marty.
Marty, a su vez, decide contratar a Visser una vez más, esta vez para matar a Abby y Ray, y deshacerse de sus cuerpos para que no sean encontrados. El asunto se destapa y el golpe del contrato conduce a algunas acciones basadas en el interés propio y a una especie de enfrentamiento entre los cuatro, que se complica por algunas suposiciones erróneas de lo que ha sucedido, con un espectador inocente, otro de los camareros de Marty, que potencialmente y sin saberlo se suma al escenario.
Los Coen tenían un guion y ciertos contactos en el mundo del cine independiente, pero no dinero para poder estrenarse como cineastas. El método para lograrlo fue rodar, antes que un solo fotograma de la película, un falso tráiler que iba a servir de gancho a gente con dinero que pudiera financiarles, como fue el caso de varios dentistas.
‘Sangre fácil’: duelos por el dinero
El dúo consiguió el millón y medio de dólares necesario para hacer Sangre fácil, un fabuloso ejercicio contenido de thriller que toma tanto del neo-noir como del western. Esta particular mezcla de géneros y de tonos, incluyendo un humor bastante negro, son los cimientos de un estilo cinematográfico característico y esencial.
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Ese estilo que ha dado varias de las obras maestras del cine estadounidense del último medio siglo, y que en este debut se presenta a un nivel altísimo. Los Coen, aquí con Joel como único director acreditado pero trabajando en tándem, muestran un uso impecable del lenguaje del cine para hacer una gran historia de traiciones, intereses cruzados y duelos por el dinero cerca de fronteras.
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