
Acabó siendo un éxito histórico que cambió el rumbo de la política internacional
Desde el momento que las bombas atómicas creadas por Oppenheimer se soltaron sobre Hiroshima y Nagasaki, nada fue igual en el mundo. A partir de entonces, se desató una carrera entre las dos mayores potencias mundiales por poseer el armamento nuclear que persuadiera al otro de intentar pasarse de la raya. Esto sometió al mundo a cierta parálisis por el miedo a un desastre apocalíptico.
Unas cuatro décadas después de aquello, una película decidió abordar en la medida de lo posible las consecuencias de este posible apocalipsis nuclear: El día después. Un film televisivo de Nicholas Meyer que se adentra más allá de las suposiciones y nos presenta en primera línea y con un realismo sorprendente la catástrofe de un conflicto nuclear en la Norteamérica de la guerra fría.
Meyer se incorporó al proyecto cuando este ya estaba concebido por la división de miniseries y films televisivos de la ABC, que vieron potencial en una historia que abordase las consecuencias de la guerra nuclear. También se toparon con lo esperable: una inmensa polémica que iba a dificultar poder abordar la película con todo el rigor pretendido por sus responsables.
Una guerra por lo nuclear
El guion no se cortaba lo más mínimo, y Meyer estuvo dispuesto a luchar por el mismo. La junta de censores estuvo muy encima ya que la película iba a mostrar imágenes muy explícitas, y también algunas de pesadillas que podían traumatizar a niños, además de presentar el conflicto con cierta neutralidad para no presentar el apocalipsis como consecuencia de los comunistas, sino que los propios Estados Unidos habían contribuido a escalar el conflicto. Esto último tensó al Departamento de Defensa del gobierno, con quien el director también tuvo reuniones sobre el contenido.
No fueron las únicas presiones con las que la cadena y el cineasta tuvieron que lidiar. Los anunciantes tuvieron muchas reticencias para colocarse en una cinta que iba a tratar un tema tan polémico, por lo que llegó a considerarse la emisión sin anuncios. ABC y Meyer encontraron un punto medio que dejó el metraje final en dos horas y seis minutos que podían emitirse en televisión, aunque el director insistió en colocar un mensaje que señalase que se habían minimizado los efectos de una guerra nuclear por propósitos de la historia.
El resultado siguió impactando. Sostenida en una promoción que remarcaba las dificultades de sacar adelante la película, así como preservar tanto la polémica como mostrar el interés de lideres mundiales, incluido el Papa, en la misma, El día después fue un fenómeno en el que 100 millones de espectadores contemplaron las desgarradoras consecuencias del apocalipsis nuclear. Su impactante realismo causó conmoción hasta en los presidentes de las dos grandes potencias nucleares, que años después firmarían un tratado para reducir sus arsenales nucleares. Marcó un antes y un después.
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