La escalada proporciona alguno de los momentos más trepidantes cinematográficamente hablando, porque en cierta medida todos tenemos claro del enorme peligro que supone en la vida real. A la dureza del propio hecho de ascender una montaña hay que sumar una gran cantidad de peligros que se pueden dar, climatología que puede volverse adversa y sucesos inesperados que pueden suponer la muerte.
Joe Simpson y Simon Yates sabían de los riesgos que corrían, pero, dada la buena forma en la que se encontraban y la experiencia acumulada como expertos escaladores, deciden atreverse a subir la cumbre del Siula Grande en el año 1985. Una pared vertical ubicada en los Andes peruanos que jamás había sido ascendida por nadie, pero que dos hombres británicos iban a conquistar de manera oficial.
El ascenso se lleva a cabo sin grandes complicaciones, una sorpresa más que agradecida, pero a la hora de iniciar el descenso todo se complica. Joe sufre una caída y se fractura varios huesos de la pierna. Conscientes de las dificultades que tendrían para alcanzar el campamento base, los dos amigos deciden bajar juntos.
Decisiones críticas
Pero desde ese mismo momento no paran de acumularse diversas complicaciones y no consiguen su objetivo. En cierto punto, alrededor de la hora y media de quedar atrapados, Yates se está dando cuenta de que está siendo arrastrado de su posición, y que si no toma decisiones drásticas va a suponer la caída de ambos y también su muerte. Simon se ve obligado a cortar la correa que los une si quería salvar su propia vida. Comprendiendo que su amigo ha muerto, emprende su camino hacia el campamento en solitario.
De manera sorprendente, Joe sobrevivió a la caída y acabó en un oscuro abismo desde el que debía salir lo antes posible. Tres días después, arrastrando una pierna rota mientras sufría de deshidratación y congelación, logró llegar al campamento base. Casi 20 años después, su historia de supervivencia extrema fue narrada y parcialmente recreada en Touching the Void (Tocando el vacío), un documental aclamado como uno de los mejores de todos los tiempos, así como un hito del cine británico en su año.
Una película de difícil digestión, aunque más complicada de hacer para sus protagonistas, que habían pasado diez años sin verse antes de lanzarse a grabar. El equipo del documental les invitó a viajar de vuelta a Siula Grande para dar una conclusión emocionante a la película, algo que fue más sencillo para Yates que para Simpson, que encontró difícil reponerse emocionalmente del estrés post-traumático del evento que casi le cuesta la vida.
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