
Las contribuciones de las mujeres a la historia del arte han quedado a menudo reducidas en importancia, por si no hubiera sido bastante que hubiera épocas donde estas no tenían oportunidades o no se las tomanas en serio sin importar que tuvieran talento. No pocas tuvieron que recurrir a vías enrevesadas para que su obra se diese a conocer.
Amantine Lucile Aurore Dupin de Francueil nació en un ambiente noble en la Francia del siglo XIX, y a menudo aprovechó su posición para romper moldes. Esto incluía desde llevar ropa masculina en público, algo prohibido hasta que consiguió permiso en 1831, hasta fumar tabaco. No le impidió, eso sí, caer en un matrimonio a la fuerza que estuvo dominado por la violencia, y complicaba más su sueño de dedicarse al mundo literario.
Desafiando barreras
Sin embargo, un día decide escapar de esa situación, abandonando su castillo y entregándose a la vida bohemia de París bajo un nuevo aspecto y un nuevo nombre. Así tomó el nombre de George Sand, aventurándose en el mundo de la literatura escondiendo quien era en realidad, dejando que fuera su obra la que hablase por sí misma.
El resultado fue más que notable. El nombre de Sand llegó a hacerse más popular que el de imprescindibles autores franceses como Victor Hugo o Honoré de Balzac, y hoy día se considera uno de los imprescindibles de la literatura romántica de dicho periodo. Nada hubiera sido posible de no tomar la radical decisión de esconder quien era.
Su obra, como la vida de Sand, desafió convenciones y prejuicios de una sociedad conservadora, y hasta difuminaba las barreras del género en detalles como la perspectiva desde la que narraba. Su vida queda reflejada y adaptada en La joven George Sand, una miniserie francesa de 4 episodios que se podrá ver en Filmin a partir del 5 de agosto.
Si quieres recibir nuestras propuestas y los estrenos en tu mail suscríbete a nuestra Newsletter