En 2021 la vida de Ariel Rosenberg (Ariel Pink) cambió radicalmente. Se hizo viral una fotografía en el que se le veía retratado junto a John Maus y el cineasta Alex Lee Moyer en la manifestación pro-Trump que precedió al ataque al Capitolio por parte de hordas fanáticas del actual presidente norteamericano. De todo aquello ya han quedado para la historia del esperpento una gran cantidad de memes, pero sobre todo más de una reflexión sobre el advenimiento de una ultraderecha política cada vez más descarada en las formas, y de los cada vez más jóvenes votantes que la sostienen. En la revista Clarín, Carlos Granés escribía en aquel año lo siguiente:
“Eso da que pensar. ¿Qué tal que haya una corriente, no irracional sino contracultural y hasta de vanguardia, que ha confluido con el trumpismo o que ha visto en Trump una especie de ariete para demoler la sociedad? Un viejo eslogan situacionista decía que en una sociedad que ha destruido la aventura, la única aventura es destruir la sociedad. Me pregunto si esto que decía la izquierda contracultural de los ‘60 y ‘70 es lo que está pensando cierta gente de ultraderecha hoy en día, y la respuesta es que tal vez sí”. Interesante debate del cual ya hay bastante literatura sobre el tema, y que Ariel Pink pagó las consecuencias: su anterior sello discográfico, Verano mexicanorescindió su contrato y, de la noche a la mañana, el que era el niño mimado del pop hipnagógico desaparecía de nuestras vidas.
Intentar desentrañar la cosmología y la psique de Rosa es tarea difícil. Hijo de familia judía, su infancia la recuerda ligada a la esquizofrenia y a la sesiones de terapia; en más de una entrevista ha comentado sus tendencias violentas, e incluso llegó a decir que era el equivalente a un chico de Columbine, antes de Marilyn Manson y la Mafia de la chapa. Además de comentarios homófobos, racistas y machistas (se las tuvo en su momento con Grimes), todo esto le estalló en la cara, y si pretendía ser una provocación o simplemente una opinión política sin más, uno lo deja a la opinión de cada cual.
Tras su cancelación mediática ha ido publicando canciones en redes sociales en donde reanudaba la estética lo-fi del cual él es uno de los máximos epítomes desde que publicara La crisis (2000) bajo el alias de Graffiti embrujado. Un disco de sonido tosco que bien podría ser una metáfora sonora de una mente extraviada por la enfermedad. Pero desde Dedicado a Bobby Jameson (2017) no teníamos noticias de un nuevo disco de este artista del cual, casi siempre, podemos esperar fogonazos de inspiración.
¿Qué se puede esperar de esta vuelta? Básicamente Contigo todas las noches (Registros de lac2025) sitúa al californiano dentro de unos parámetros de producción más elaborada que ya nos tenía acostumbrados desde sus últimos discos. Un pastiche sonoro con descarada estética retro, pero que lo posiciona, de nuevo, como un gran artesano del pop. Rosa es muy listo asimilando influencias para después retorcerlas: el jangle pop (“Nightbirds”), deudas con la etapa siniestra de los La cura (“Mummy Made Dinner”), sonidos nuevaoleros con capas de sintetizadores (“Dreaming”), remembranzas al AOR que emitían las FM californianas (“Entertainment”), experimentos bizarros que recuerdan a unos Beatles en ácido (“Contigo todas las noches”), Pop fibroso y magistral (“La vida antes de hoy”); y Hair Metal Impetuoso (“Por qué”). Estre Ariel Pink está en forma, y aunque no sea uno de sus mejores discos, su discurso sigue fresco e irreverente.
Escucha Ariel Pink – contigo todas las noches
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