Si por separado Álvaro Morte, Eduard Fernández y Manolo Solo están impecables, juntos en escena se vuelven magníficos

Día: 23 de febrero. Año: 1981. El reloj marcaba las 18:23 horas cuando la sesión del Congreso de los Diputados se vio interrumpida. 200 guardias civiles entraron en el edificio. El teniente coronel Fernando Tejero iba a la cabeza. Hubo tiros. Hubo gritos. Hubo miedo. La gente se tiró al suelo. Solo tres hombres se quedaron de pie. Tres nombres clave en la Transición española. Tres traidores para los suyos. Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo. Sus historias, su papel en la democracia y el 23-F se diseccionan en Anatomía de un instante, una de las mejores series del año.
Alberto Rodríguez, Rafael Cobos y Fran Araújo adaptan con buen pulso y gran habilidad el libro homónimo de Javier Cercas en esta miniserie de cuatro episodios sobre uno de los momentos clave de la historia española. Cada capítulo está dedicado a uno de los antes mencionados: Suárez (Álvaro Morte), Mellado (Manolo Solo) y Carrillo (Eduard Fernández). El último, el cierre, el broche de oro, sigue a los militares en sus planes para dar un Golpe de Estado y cuenta el juicio posterior y parte de lo que ocurrió durante esas 18 horas que el Congreso estuvo secuestrado.
La estructura de los episodios tiene forma de bocadillo. Cada uno de ellos comienza con la llegada de Tejero al Congreso y se centra en uno de los protagonistas. Estudiar sus gestos y sus acciones durante ese momento sirve como introducción al resto del relato, que viaja al pasado para contar por qué ese hombre estaba allí en ese momento y por qué su presencia condujo al Golpe de Estado. En el cierre, el episodio vuelve al 23-F con la misma sentencia para los tres políticos: Los tres, cuando les sacaron del hemiciclo, pensaron que ese día se llevaba un tiro en la cabeza.

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Uno de los aciertos de Anatomía de un instante es la voz en ‘off’ que acompaña a los episodios. Un narrador objetivo y mordaz que sirve para que, en un mundo tan de fachada como la política, el espectador sepa lo que de verdad están pensando los personajes. Da dinamismo, ayuda a agilizar lo que se está contando y, en ocasiones, aporta un toque cómico que da ligereza a una historia como esta que es parte ‘thriller’, parte judicial, parte drama, parte histórico.
El magnífico trío protagonista

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Anatomía de un instante no es solo un documento para actualizar un momento tan crucial como el 23-F, es una serie que aporta algo más. De ese día, solo existen planos generales, pero Rodríguez y los suyos van un paso más allá y enfocan las caras de Suárez, Carillo y Mellado; buscan en la parte personal e íntima y hacen un retrato lleno de detalles y matices sobre cada uno de ellos.
Ayuda, también, que sean Álvaro Morte, Eduard Fernández y Manolo Solo los que dan vida a los políticos. Las suyas son de esas interpretaciones que convencen, empatizan y están al servicio de la historia. Qué gran trabajo de los tres. Si por separado están impecables, juntos en escena se vuelven magníficos. Hay una secuencia entre Carrillo y Suárez, la del día en el que se encontraron de forma clandestina, que podría durar un episodios entero y sería, probablemente, uno de los mejores capítulos del año.
Anatomía de un instante no es solo una gran serie, también es una manera formidable de recordar de dónde venimos y de darse cuenta de algo muy importante: qué frágil es la democracia.