Hay una frase en la página web de Leila Méndez que expresa perfectamente el modus operandi de la artista: «Si quiero investigar algo o conocer mejor a alguien, lo hago a través de la fotografía. Mientras obtenga una respuesta emocional, seguiré fotografiando.». Una frase que, de alguna forma, encapsula los significados que para la artista argentina significa el acto de fotografiar. Las imágenes forman parte de nosotros, porque estamos rodeados a diario de ellas; las fotografías nos conforman como una segunda piel, y son capaces de monitorizar nuestros cuerpos (la publicidad) o creando una semiología que nos hace vivir en comunidad.
En este pequeño ensayo Disparos Contados (Anagrama, 2025) Méndez – entre otros medios sus retratos han aparecido en Rockdelux, El guardián O El País; además ha exhibido en diferentes lugares del mundo y trabaja para marcas comerciales reconocidas – reflexiona sobre el papel que desempeña este arte en unos tiempos en donde el simulacro es ya un agente político. Las tecnologías en IA están transformando nuestra manera de acercarnos a muchos productos culturales, y claro está, la fotografía es una de ellas. Que los jóvenes sientan cierta curiosidad por lo analógico es, como dice la autora, una forma de recrearse en un proceso “que les resulta mágico y excitante”. A saber: con una cámara analógica el tiempo es oro, y disparar en el momento adecuado para obtener el encuadre idóneo, la luz deseada etc. es cuestión de segundos, y después viene la labor de artesano del revelado que puede llegar a ser un gran misterio . La inmediatez de los dispositivos digitales permite al usuario (ya sea este amateur o profesional) más tiempo para meditar qué quiere fotografiar y cómo lo desea, haciendo que la fotografía sea un acto más repetitivo y lineal.
Méndez nos narra sus experiencias en las que tiene que lidiar con encargos en donde el retoque forma parte de una postproducción que, de alguna forma, no respeta esa “aura” que sí gozaba la fotografía cuando esta no disponía de herramientas para editar. En el capítulo “Acto de fe” se pregunta: “¿Cómo sería la fotografía en digital preservando las bondades del proceso analógico? Disparar en digital con actitud analógica. ¿Sería eso posible?. Cero nostalgias, sí muchas incógnitas sobre el presente y el futuro del oficio.
En otro capítulo, “Estéticoestado mental” se detiene en la importancia que para muchos fotógrafos tiene la naturalidad en la imagen: lo imperfecto y rugoso vs la nitidez aséptica de lo digital. Las imágenes perfectas que uno se puede encontrar en las redes sociales, proyectan una falsa realidad, un ideal de belleza que intenta “suprimir lo incómodo”, y es por esto que estamos saturados de instantáneas en donde la ilusión de perfección pasa, paradójicamente, por cuerpos, paisajes u objetos que se asemejan cada vez más a injertos o a una oda a lo protésico.
Puedes comprar el libro Disparos de Leila Méndez (anagrama) en la web de su editorial.