Dirigida por Ben Leonberg, la película está protagonizada por su mascota en la vida real Indy. Al mudarse a una casa de campo, Todd e Indy decubren entidades oscuras que amenazan a su dueño

Alejandro G. Calvo se despide ya del cine fantástico de Sitges para dejar paso a Tomás Andrés, que continuará con las crónicas a partir de mañana. Pero antes de poner rumbo a Madrid, G. Calvo ha dejado su crítica de una de las películas más innovadoras y curiosas que verás este año, especialmente si lo centramos en el género de terror.
Se trata de Good Boy, una cinta que ha gustado mucho en el festival y que, con tan solo una hora y 20 minutos de duración, se convierte en una propuesta 100% disfrutable. Llega a los cines el 17 de octubre, así que no pierdas la oportunidad de verla en pantalla grande.
Dirige Ben Leonberg, que se enfrenta a su primer largometraje después de realizar muchos cortometrajes. Ha tomado a su perro Indy y le ha puesto en el centro de la acción de esta película sobre casas encantadas en la campiña. El animal y su compañero humano se enfrentan a un ente sobrenatural que viene a molestar.
La gran innovación que presenta la película es que está contada desde el punto de vista del perro protagonista. No en plano subjetivo -aunque hay planos subjetivos en la cinta-, sino que la cámara baja y se coloca a la altura del perro y no a la altura de los ojos humanos, como estamos acostumbrados a ver en el cine.
Hay decisiones atrevidas como mostrar en una secuencia las pesadillas del perro. Realmente es el perro el protagonista y, aunque sale con su dueño -interpretado por el director con un doble de cuerpo para que no se le reconozca la cara-, lo que ha querido hacer el director es emular al máximo la sensación que viven los animales respecto al amor que sienten por sus compañeros y también, por qué no, tratar de buscar una razón simpática a ese comportamiento extraño que tienen de vez en cuando los perros.

IFC Films
‘Good Boy’, una película muy artesanal y diseñada plano a plano
En su paso por el festival de Sitges junto a su perro Indy, que es el gran protagonista de la cinta, Leonberg ha explicado que le ha costado tres años acabar la película porque, al haber utilizado solo a su perro, un animal que no estaba amaestrado para la interpretación -y no haber recurrido a otros perros especialistas-, el rodaje se ha alargado hasta los 400 días.
La película funciona muy bien por dos principales razones: el uso del fuera de campo. Como la cámara está a la altura del perro, todas las apariciones espectrales o que parecen simular algo de terror, está contadas desde el fuera de campo. Si aparece alguien solo le ves las rodillas y no sabes si pertenecen a un ser humano o a un ser demoniaco. Y ese uso le funciona muy bien a la película.
Otra razón a destacar son los primeros planos del perro. Transmite un montón de emociones por el puro efecto Kuleshov. Sigue esta regla ya inventada en los años 20 de que si yuxtapones dos imágenes se crea un efecto psicológico que, de alguna forma, las une. El cineasta ha conseguido, con esos contraplanos asociados a lo que estaba viendo Indy, que parezca que el perro sienta terror cuando en realidad está tan tranquilo.
Good Boy es una película muy inteligente y difícil de rodar. De hecho, Leonberg cuenta que tenía un storyboard de principio a fin para tener cada plano diseñado y controlado de antemano. Una obra de artesanía.