Hace tiempo, antes de que escogiéramos a voluntad lo que queríamos ver, se iba al cine de otra manera

La irrupción del streaming como mecanismo de elección para consumo audiovisual ha cambiado por completo como vemos películas y series. Ya ni concebimos la idea de no elegir conscientemente lo que vemos, ni siquiera aunque estemos indagando durante horas por el menú de la plataforma. Al final, estamos tomando una decisión concreta, en lugar de ver a ver lo que hay.
Es un habito que conocíamos como zapping que ahora se hace más raramente, pero era algo que hacíamos habitualmente con la televisión. De hecho, lo consideramos exclusivamente con ese formato, y su nombre sale de ir saltando entre canales. Antes incluso había menos canales, y había que conformarse con lo que había.
Pero no es algo que pasase exclusivamente con series y programas de televisión. Antes de que los televisores entrasen a lo grande en las vidas de los hogares, el cine era una opción de ocio dominante. Pero en aquel momento no había ni remotamente la cantidad de estrenos que podemos tener hoy en día. En su lugar, había una o unas pocas películas nuevas que pasaban por las pocas pantallas que tenían los cines de los pueblos y ciudades.
Una nueva manera de ver cine
El hábito entonces no era decidir si ir a ver o no la nueva película de una estrella o director. O lo era, pero de una forma que se parecía más al zapping. Antiguamente la gente iba “al cine” y no “a ver una película”, y se dirigían a los establecimientos para descubrir allí qué iban a ver. Algo que se refleja a la perfección en una mítica escena de 12 hombres sin piedad, donde uno de los jurados es interrogado sobre qué películas fue a ver el otro día en el cine y tiene dificultades para recordar una de las películas que vio. Por aquel entonces, había una serie de “películas B” que se veían junto a la principal porque se había pagado la entrada para el cine, no por una voluntad activa de ver ese título.
Fue un hábito que empezó a cambiarse con la llegada de los blockbusters, películas construidas como eventos que se publicitaban masivamente para que la gente fuera consciente de lo que se venía y fuesen con más ganas. El concepto se estableció en los setenta con películas como Tiburón, pero la idea de instaurar el deseo en el espectador nació a partir de Alfred Hitchcock.

Paramount
El maestro del suspense había dirigido Psicosis, y la concibió para ser una experiencia ininterrumpida y continua para el espectador. Es por ello que la promoción de la película fue especial, con posters como el de más arriba indicando al espectador no sólo que debía acudir a verla, sino que debía acudir antes de la hora de la proyección para no perderse ni un segundo.
Si ves una película antigua, es posible que veas una escena donde dos personajes se cuelan en un cine a mitad de proyección, algo que se podía hacer cuando la idea era “ir al cine” y no “la película”. Hitchcock cambió eso para siempre.
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