Anulación de Crepúsculo es el quinto disco en solitario de Jeff Tweedysin contar con aquél interesante Sukierae que hizo junto a su hijo en honor a su mujer. Pero es el primero en ser engendrado de una manera tan profunda, tan exageradamente delicada, con tanta enjundia y, sobre todo, con tanta, tanta extensión. No hay tantos ejemplos de atrevimientos así. Acude, claro, a la cabeza -y salvando distancias- el Todas las cosas deben pasar de George Harrison y de forma quizás más afín, el 69 canciones de amor de Los campos magnéticos. Pero la verdad es que es insólito que el proyecto en solitario del líder de una de las bandas de rock más prestigiosas del planeta se líe la manta a la cabeza marcándose todo un triple.
Y, curiosamente, pese a haber citado aquellas referencias, la idea le vino escuchando justo el triple más denostado de la historia. Un Sandinista! de El choque al cual se suele achacar que le sobra minutaje, que debería haber sido un disco sencillo más digerible y menos autocomplaciente. A Tweedy le maravilló escuchar el disco de cabo a rabo en un viaje por carretera con sus dos hijos (presentes, junto a otros invitados, en este álbum, por cierto) y decidió intentar la hazaña de que alguien, precisamente en los tiempos que corren, de prisas, poco pensar y déficit de atención, escuchara un producto suyo de esa forma.
Un reto que, además, funciona como una especie de diario. O, más bien, de recetas para sobrellevar el día a día aciago de un hombre de mediana edad que no entiende el mundo que le rodea e intenta compensar ese hecho con música. Sus canciones son vías de escape para sí mismo, sí, pero ha intentado presentarlas aquí, en estos tres discos, como una puerta de salida momentánea a un mundo mejor para todo el que se acerque a escuchar.
Y es que los discos, digamos, “grandes”, tienen algo. Pueden llegar a sobrepasar el talento de sus autores, pueden definitivamente engordar demasiado lo que puede ser dicho con mucho menos, pero tienen algo. Dan espacio a mucho más de lo que el encorsetamiento habitual de un disco sencillo da. Puedes experimentar, acudir a muchos géneros distintos, decir muchas cosas a la vez, hacer lo que te venga en gana. Lo demostraron El choque -otra vez ellos- en el perfecto Londres llamando. Y en este Anulación de Crepúsculo, Jeff ha hecho eso, lo que le ha dado la gana. Pero con fundamento.
Grabado, por supuesto, en su famoso estudio El desván sito en chicagoel disco hace gala del excelente oficio de su creador tanto en labores compositivas en formato canción -no en vano ha escrito un par de libros sobre el tema- como en unas facetas de intérprete, arreglista y productor en las que está sobradamente reputado. Hace años cayó en una especie de pozo de complacencia, una sequedad de ideas, lo que quieran, pero lo que ha hecho siempre lo ha hecho bien, con una profesionalidad a prueba de bombas.
Y aquí es que no sólo hay profesionalidad, ni oficio, aquí hay auténtico corazón. Un mimo que uno sólo pone a las cosas que son la obra de su vida. Y se nota que aquí ha puesto toda la carne en el asador. El álbum puede escucharse de muchas maneras: o escuchar cada uno de los discos que lo componen por separado, los tres seguidos en orden o desorden, canciones seleccionadas, canciones en modo aleatorioo hacerte tú una lista de reproducción en versión reducida, pero lo que es seguro es una cosa, la sensación es de puro placer. De encontrarte con un musicazo que comparte contigo su corazón y todo su conocimiento. Y eso es caro de ver y escuchar.
El secreto está en las canciones, por supuesto, todas son buenas. Pero, sobre todo, está en los arreglos, en la producción, en unos detalles que las hacen grandes, que te hacen pegar tu oído a lo que está sonando por el auricular o altavoz, seguir queriendo escuchar hasta completar la friolera de dos horas y media. Dos horas y media.
Desde “One tiny flower” con esos coros y esa contención de intensidad que parece anunciar constantemente que algo va a pasar, nos mantenemos en tensión, escuchando unos cortes que son todos de base acústica -aunque el excelente toque a la guitarra eléctrica de Tweedy está muy presente en los arreglos- y continuamos con maravillas que merecen categoría de himno como “Caught up in the past” -seguramente una de las mejores canciones que este señor ha escrito en años- o la buenrollera “Forever never ends”, con su estribillo infinito, o ese “Betrayed” que tanto recuerda a discos como dientes de verano (1998), la lista de bombazos es casi interminable: “Out in the dark”, “No one’s moving on”, “Lou Reed was my babysitter” (premio al mejor título del año), o la final, y probablemente la más rockera, “Enough”.
Pero junto a estas que son, digamos, la cara amable, Tweedy aprovecha para llevarnos a muchos más estados de ánimo, a una variedad cromática y estilística que, sin embargo, nunca deja de tener coherencia, jamás suena desacompasada y siempre convence, se escuche en el orden que se escuche. Ha compuesto un puzzle muy complejo, pero a la vez, decididamente bello, emocionante y capaz de aportar una pieza de enorme importancia a una carrera que ya lleva más de cuarenta años de existencia. No hay más que escuchar cortes tan profundos como “Parking lot”, “Love is for love”, “Better song”, “Over my head (Everything goes)”, “Wedding cake” o “This is how it ends” para saber que el mejor Jeff Tweedyel de Ha nacido un fantasmael de Yankee Hotel Foxtrotestá aquí de nuevo y ha vuelto para quedarse.
Anulación de Crepúsculo es un disco mastodóntico, sí, pero no en el mal sentido. Es un mastodonte que se hace poco a poco tu amigo y acaba siendo tu hermano, un compañero de viaje ideal que, como muchos de esos discos dobles o triples que no queremos reconocerlo porque somos punks y tal y cual, pero nos gustan mucho, nos ofrece ratos interminables de disfrute. Un disco que ha sido comparado por Horca con el Autorretrato (1970) de Dylan y, la verdad, no va desencaminado el comentario. Es un disco en el que su autor se deja ser, hace lo que le viene en gana, pero al contrario que Dylanque ahí resultó deslavazado y errático, aquí eso se convierte en acierto pleno. Un acierto que me reconcilia definitivamente con uno de los grandes cantautores de mi generación, que firma aquí una de sus obras cumbre.
Escucha Jeff Tweedy – Twilight Override
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