El director Scott Cooper siempre ha sido fan del Boss y decidió, con mucho acierto, centrar ‘Deliver Me From Nowhere’ en la composición de ‘Nebraska’, uno de sus discos más enigmáticos
El género de los biopics musicales parece no tener fondo. Después de Elvis (2022), A Complete Unknown (2025) y, previamente, Bohemian Rhapsody (2018) y Rocketman (2019), este año el cine vuelve a rendir homenaje a uno de los mayores artistas jamás nacidos: Bruce Springsteen. El autor de ‘Born in the U.S.A.’ es una leyenda viva de la música que asegura su posición con cada nueva gira -la última ha sido la más exitosa de su carrera- y lo único que le faltaba era una película para él solo.
Por fin la tiene. Este viernes 24 de octubre llega a cines Springsteen: Deliver Me From Nowhere, dirigida por Scott Cooper, un fan de toda la vida del estadounidense que ha cumplido un sueño con esta cinta. Después de dirigir las notables Corazón rebelde (2009) y Hostiles (2017), Cooper se ha atrevido a convertir a Jeremy Allen White en El Boss con bastante buen resultado. La película tiene un corazón tan tierno y emotivo que es imposible no disfrutarla.
En lugar de optar por un nuevo biopic sobre los inicios del cantante, que hubiese sido redundar en una idea que ya hemos visto demasiadas veces, el director ha optado por centrarse en una etapa muy concreta de su vida: la realización del álbum Nebraska. Es una decisión muy inteligente porque así evita un error muy común en este tipo de películas: intentar abarcar demasiados acontecimientos en un tiempo que apenas da margen para profundizar. Y viendo la película queda claro por qué Cooper se ha decantado por este formato. El lanzamiento de Nebraska fue un salto al vacío cuando Springsteen estaba despuntando, pero el artista decidió arriesgar y desvelar su parte más personal, influenciada directamente por su infancia bajo la sombra del alcoholismo de su padre.
Por tanto, Nebraska permite al cineasta explorar al artista en un contexto íntimo que no hubiese permitido otro tipo de historia quizás más épica o que abarcara más años de actividad. El Springsteen que vemos aquí es un ser torturado en busca de una identidad personal. Los flashbacks a su infancia son una parte importante para profundizar en sus pensamientos y entender el porqué de su estado mental, pero también conforman la faceta más melodramática de la cinta que no termina de encajar con el resto del conjunto.
En la forma, es un biopic muy al uso. No innova en la narrativa ni tiene un gran despliegue de las escenas en directo como si ocurría por ejemplo con Bohemian Rhapsody. El ‘biopic’ de Queen grabó en nuestras retinas esas espectaculares secuencias en vivo, con un diseño de producción impresionante, pero Deliver Me From Nowhere está en las antípodas. La parte musical conduce toda la historia y nunca dejamos de escucharla, pero la mayoría de veces viene de un Jeremy Allen White entonando tímidamente las canciones en la casa en la que compuso el disco. La película crea una atmósfera personal y cercana necesaria para dar con el tono correcto de la historia que nos quieren contar.
Jeremy Allen White se despide de Carmy y entra en una nueva etapa de su carrera
Estamos acostumbrados a ver a Jeremy Allen White como el cardiaco chef de The Bear, el papel que le lanzó a la fama mundial. De hecho, me basta ver una imagen de la serie para que suenen en mi cabeza los gritos que pega en cocina y que le han dejado más de una vez al borde del ataque de ansiedad. Previo a eso, White había comenzado su carrera como Lip Gallagher en Shameless, una icónica comedia estadounidense -adaptación de una británica-, donde tampoco tenía un momento de tranquilidad.
Esta Deliver Me From Nowhere le permite explorar otros aspectos de su profesión más allá del macarra acelerado. Trabajó con un equipo de profesores para entrenar la voz y acercarse a ese característico timbre rasgado que tiene Springsteen. Sorprendentemente, lo consigue. Su voz cambia tanto en las secuencias de director que a mí me resultó imposible identificarle como el cantante. Mi primer pensamiento fue que habían recurrido a grabaciones de Springsteen y quedé gratamente sorprendida cuando vi que era el resultado de meses de entrenamiento vocal.
Para Jeremy Allen White es uno de los grandes papeles de su carrera y le permite entrar en una nueva etapa en Hollywood. Después de conquistar la televisión, White está listo para devorar la gran pantalla. La cinta, por su parte, funciona como un bonito acercamiento a Springsteen y me hizo buscar el álbum de Nebraska en Spotify al llegar a casa, pero posiblemente no destacará entre el resto de ‘biopics’ musicales que nos está dejando Hollywood.