Joel Gibb ya lleva un cuarto de siglo componiendo canciones de amor y desamor sazonadas con su peculiar sentido del humor. Rimas ingeniosas de temática gay que puso en el mapa sonoro el drama queer en estilos tan variopintos como el country, el gospel, el rock de herencia velvetiana, y el pop a lo Los campos magnéticos. En esta carrera tan guadianesca, el bueno de Gibb siempre se ha mantenido como un hábil compositor nada acomodaticio que ha engalanado sus temas con suntuosos ropajes parapetado por una “no-banda” de músicos de formación clásica (en su mayoría) de los que al final ha quedado él como componente fijo. Quizá, Las cámaras ocultas siempre fue el vehículo de su “yo” más descacharrante a fin de cuentas.
En los últimos tiempos hemos visto publicado – en formato deluxe – su El olor a nuestro con motivo de su decimoquinto aniversario, y también vio la luz el documental La música es mi novio: una película sobre las cámaras ocultas dirigido por Robert Kennedy en donde se ponía en imágenes los primeros años de la carrera del colectivo canadiense.
Su nuevo disco Bronto (Demonio Demonio2025) llega tras nueve años sin saber nada de él, y tiene a la capital berlinesa (su lugar de adopción desde hace años) como epicentro inspirador de los nuevos temas. Con la ayuda del productor Nicolas Sierg, Joel Gibb nos invita a una nueva reinvención, esta vez hacia la música de baile. Bola de espejos y hedonismo de luces estroboscópicas: una combinación apetecible.
“How Do You Love” abre el disco al trote de cajas de ritmo house y una melodía que le acerca a los Hércules e historia de amor (es curioso como en el falsete Gibb recuerda sumamente a De todos modos: cuadratura del círculo), mientras que la fiebre nocturna continua con la gran “Quantify”. “Undertow” – que viene precedida por una remezcla de los Chicos de la tienda de mascotas – es synthpop de altos vuelos; un deje dub infecta los contornos de “I Want You” que tiene, al mismo tiempo, algo de Modo Depeche; los acordes siniestros y remembranzas a la estética de Blade corredor enmarca el alambicado devenir de la instrumental “Full Cycle”; esa etiqueta de “gay gospel” que en algún momento le pusieron a su música, podría situar los parámetros en donde acotar “You Can Call”; un gemido de placer da paso a “Brontosaurus Law” que, junto a “Wie Wild” recuerdan a las fantasías homoeróticas de Patrick Cowley; percusiones nuyoricas captan el sabroso ritmo en “State of”, y al final suena “Don’t Tell Me That You Love Me”, un tema que recuerda a sus inicios con esos aires catedralicios (metáfora de la pista de baile como lugar para la confesión pagana a través del cuerpo del anticristo), y la voz de Joel Gibb recordando a la de Arthur Russell por momentos. Un disco que va ganando en cada escucha.
Escucha The Hidden Cameras – BRONTO
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