“Dios, ¿cómo voy a normalizar esto?”, se preguntó el actor la primera vez que leyó el guion de lo nuevo de Edward Berger. “El personaje es un manojo de nervios durante gran parte de la película”, reconoce el actor irlandés
A Colin Farrell (Irlanda, 1976) no le gusta hablar de las cosas negativas de su trabajo. “Uno siempre tiene dudas de comentar sobre cansancio y agotamiento porque siempre es un placer trabajar en películas y en televisión”, dice en SensaCine. Para el actor, lo que hace es “el sueño de un niño”. No solo porque llegar hasta donde ha llegado y tener una buena carrera en la industria es difícil, también porque su oficio es, según sus propias palabras, “una extensión de lo que hacemos de forma natural de niños y de bebés, el usar la imaginación para crear estos mundos alternativos e intentar encontrar sentimientos, significados y conexiones”.
Farrell, está claro, es un romántico de la actuación pero, por mucho amor que uno tenga por su trabajo, es imposible que protagonizando una película como Maldita suerte no responda a la pregunta inevitable. Inevitable porque cuando alguien ve el filme, dirigido por el oscarizado Edward Berger, no se puede no notar el esfuerzo físico y emocional que ha tenido que hacer.
“Estaba muy jodido al final”, reconoce finalmente con una carcajada. “Lo estaba porque el personaje es un manojo de nervios durante gran parte de la película”, explica en una de las habitaciones del Hotel María Cristina de San Sebastián. Maldita suerte, que se estrena en cines seleccionados el 17 de octubre y estará disponible en Netflix a partir del 29 de octubre, compitió por la Concha de Oro en el festival de cine donostiarra.
La locura de rodar ‘Maldita suerte’

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Lord Doyle es el protagonista de Maldita suerte, un ‘thriller’ que adapta la novela homónima de Lawrence Osborne. La historia sigue a un ludópata que, escapando de sus fraudes y robos, se ha afincado en Macao. Allí, en la región china, vive en un hotel de lujo en el que la deuda se ha vuelto astronómica y apuesta a diario en casinos pese a que no tiene ni un duro.
“Está muriendo a mucha velocidad bajo el peso de su caos interno y su confusión y su deseo más profundo de alcanzar y agarrar, aunque sea en los lugares incorrectos, a algo que dé significado a su vida, y busca una conexión”, dice Farrell sobre su personaje. El actor irlandés estaba en su casa de Los Ángeles, en pijama, sentado en su sofá cuando leyó el guion por primera vez y la primera pregunta que apareció fue: “Dios, ¿cómo voy a normalizar esto?”.
Está muriendo a mucha velocidad bajo el peso de su caos interno y su confusión y su deseo más profundo de alcanzar y agarrar, aunque sea en los lugares incorrectos, a algo que dé significado a su vida
“El papel no tiene sonido y la película es tan ruidosa y tiene tanto color y es un ataque a los sentidos, pero también había una especie de ataque sensorial incluso al leerlo en el papel porque el viaje es tan tenso, con problemas emocionales y psicológicos”, describe. Pese a la locura de colocarse a las órdenes del director de Sin novedad en el frente (2022) y Cónclave (2024), Farrell remata con una sonrisa pícara: “Al final fue divertido”.
“Fue un rodaje muy duro y no sé cómo ni te quejaste”, dice Fala Chen (China, 1982), otra de las protagonistas de Maldita suerte. “Yo, al menos, terminaba mi día de trabajo y me iba a mi hotel y me relajaba y pedía comida o me iba a correr”, responde Farrell. Berger, mientras los demás descansaban, tenía que seguir organizándolo todo. “Ed preparaba el día siguiente, tenía reuniones…”, cuenta el actor. Y lo peor no era eso. “Perdimos sets”, revela Farrell. “Íbamos a rodar en un casino y nos llamaban a las ocho: habían quitado el permiso”. “Por momentos, él parecía Doyle”, compara Cheng.
El guion: La obsesión de Colin Farrell

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En la vida de Lord Doyle, lo único que se opone al ruido y la locura es Dao Ming. Ella, el personaje de Chen, también tiene problemas, pero es todo calma, ejerce de contrapeso y ancla para el protagonista. “Escuché una vez decir a alguien que lo más difícil es hacer las cosas de forma simple. Sentí eso cuando la interpretaba”, dice la actriz. “Soy alguien que quiere hacer muchas cosas: investigación, hacer esto, hacer lo otro… Edward dejó muy claro el tono de las escenas, especialmente las más relajadas. Quería simplicidad. Lo quería fácil”.
Cheng comprendió que su labor era “proveer equilibrio en cuanto a tono y calma”. “Él necesita eso de ella”, dice señalando a Farrell. “Sabía, desde que leí el guion, pero también por parte de Edward, que ese era mi trabajo”. Sin embargo, dar vida a Dao Ming no fue una tarea fácil. “Le están pasando muchas cosas por dentro y su historia y su vida se dirigen hacia ese punto. Están todas esas cosas bullendo en su interior, pero hacerlo todo tan sencillo fue muy divertido“.
Es difícil cuando lees el guion por primera vez y lo activas. Es una cosa totalmente objetiva y se va volviendo más subjetiva a medida que lo lees más veces
Lord Doyle, antes de cada partida de su juego favorito, el bacarrá, se coloca unos guantes amarillos. También tiene una manía: levanta las cartas solo por la mitad, como si estuvieran pegadas a la mesa, como si no quisiera verlas. Farrell, sin embargo, no comparte neuras ni rituales con su personaje a la hora de interpretar un nuevo papel o embarcarse en un proyecto. Su única obsesión es el guion.
“Lo leo. Lo leo. Lo leo”, repite. “Y me doy permiso total para ser tan obsesivo como pueda porque se convierte un poco en una obsesión“, señala. “Es difícil cuando lees el guion por primera vez y lo activas. Es una cosa totalmente objetiva y se va volviendo más subjetiva a medida que lo lees más veces y te acercas más y más y vas a rodar y te pones muy nervioso. Pero eso solo ocurre durante un corto periodo de tiempo de tu vida. Por un corto tiempo se convierte en todo tu mundo”.