El shoegaze está viviendo una revitalización sin precedentes de un tiempo a esta parte. Este pasado sábado pudimos asistir a un muestrario de diferentes ópticas para abordarlo, desde el noise con ecos noventeros de .Y, a los punzantes tonos post-punk de Refugio de hieloculminando con la bella arquitectura que trenza Rescate.
Es curioso que más de tres décadas después de su nacimiento el género esté en una ebullición constante. Lo interesante de esta tripleta no es solo que representen la nueva hornada del shoegaze español, sino cómo cada uno entiende de manera distinta el mismo lenguaje sónico. A Rescate les vimos debutar en 2022 con un EP homónimo que incluía canciones como «Tenue» o «Ingrávida», siguiendo desde sus inicios una vocación por las capas de reverberación como espacio emocional en la línea de los primeros buceo lentodesde entonces no han parado de crecer.
Refugio de hielo cuenta con influencias musicales que van del dream pop al post rock, pero su aproximación es más visceral e incluye más matices, desde sintetizadores a brillantes desarrollos. En el caso de .sila propuesta es deliberadamente más cruda. Lejos del shoegaze británico de los años 90, .si se posiciona dentro de la creciente escena nugaze y grunge revival, lo que sugiere una voluntad de ensuciar las texturas con la urgencia del rock noventero.
Abrieron estos últimos, con un sonido algo abigarrado, pero demostrando que detrás hay buenas intenciones y se vislumbra que el proyecto puede (y debe) ir a más. Presentaron temas de su reciente EP .archivocomo la enmarañada «turquoise», la reposada «swerve» o la que podría ser su mejor canción, «beholder». Un breve muestrario de sus aptitudes, que sirvió para inaugurar una noche entregada al ruido.
Les siguieron las madrileñas Refugio de hieloque con un sepulcral inicio post-rockero, fueron hilvanando canciones con las que el quinteto mostró su versatilidad. Tras un cambio de formación, ahora la voz recae en paula, que con su guitarra y la compañía de sus compañeras, fueron haciendo un repaso por algunas de sus canciones. Desde su EP del pasado año al post-hardcore de las recientes «Qué rabia» y «No parece tan real», adelantos del que será su próximo disco.
Lo de Rescate fueron palabras mayores. Puede que practiquen un shoegaze canónico, pero ese también es su principal valor. Llamaba la atención que un técnico supervisara cada detalle sobre el escenario antes de su irrupción, algo que no vimos con los anteriores. Eso se notó en el resultado final, y es que los de Barcelona tienen uno de los directos más convincentes de esta escena y eso necesita un sonido a la altura. Su propuesta es totalmente exportable, gracias a los ambientes que marcan las guitarras y pedales de Pablo Porcar y Carlitos Nieves, acompañando la base rítmica marcada desde la batería de Ana Gavidia y el bajo y voces de Laura Núñez (también en Montesco).
Volvían a Madrid a presentar el excelente reversia (2025, Intromúsica) del que pronto daremos cuenta, y tras telonear a Trentemøller el pasado otoño. Su actuación nos demostró cómo han llevado la paleta de su sonido hacia texturas más nítidas y, a la vez, más expansivas. «Letargo», «Desierta» y un viaje al pasado en esa «Tenue» tan deudora del «Catch the breeze» de los de Neil Halsteadabrieron una hora de concierto que enmudeció la Wurli.
«Ultramar», «Aguazul»… cada canción es un espacio en movimiento; estructuras que se expanden y colapsan, crescendos que se abren paso entre distorsiones cristalinas y bajos que sostienen el pulso con una precisión hipnótica. Como decimos su shoegaze es canónico, pero también es una relectura madura y orgánica, capaz de sonar tan melancólica como vital. Una colección de virtudes que debería llevarles donde merecen.
Fotos: Manuel Pinazo