Seguro que Walt Disney nunca se imaginó que pudiera pasar algo así, pero un empleado de Disneyland acabó disfrazándose de WInnie the Pooh para asistir a un juicio. Y eso le salvó.
Verano de 1974 en Disneyland. El lugar más feliz del mundo, ¿no? Los niños correteaban de aquí para allá, los empleados disfrutaban (más o menos) de sus trabajos temporales, unos pocos podían disfrazarse de los personajes que todos amaban. Era el caso de Robert Hill, un chaval que solía interpretar a Winnie The Pooh, y que aquel día estaba saludando a los visitantes cerca de la plaza principal. Sobre su cabeza, un tarro de miel donde podía meter la cabeza y, más o menos, ver lo que estaba pasando. No esperaba que ese día le esperaba una de las peores experiencias de su vida.
Pooh-bre hombre
De pronto, Hill notó algo a la espalda: una niña de 9 años, particularmente alta, se acercó por su espalda y le pegó una patada. Ah, los niños, siempre adorables. Él se dio la cabeza dentro del personaje para mirar a la niña mientras Winnie seguía mirando al frente, y así comprobó que se estaba preparando para pegarle otra vez: entonces, él decidió asustarla dándose la vuelta rápidamente. ¿Qué pasó? Que la oreja dio a la niña en el giro y los padres lo confundieron con una agresión.
Lo siguiente que supo fue que habían puesto una queja oficial en el ayuntamiento afirmando que había “pegado y maltratado” a su hija. La cosa no pintaba bien: la familia pedía 15000 dólares porque la niña tenía dolores de cabeza persistentes, posible daño cerebral y moretones profundos, pero Disney afirmó que no pagaría más de 500. Al final, el asunto llegó a juicio y solo hubo una manera de librarse de él: haciendo que Hill se pusiera el disfraz y demostrara que no había manera alguna en que, con los brazos estáticos, pudiera pegar a nadie.

Disney
¿Por qué tenía que ponérselo? Porque Disney no permitía que los disfraces se pudieran mostrar quitados y por piezas. Así es como Winnie the Pooh acabó entrando al juicio, demostrando que no podía haber haber pegado a la niña. El jurado tardó 21 minutos en encontrarle inocente, y solo quedaba una cosa por hacer: muchísimas fotos para recordar ese día loco en el que una de las estrellas de Disney asistió en persona a ser juzgado.