Con una fecha exclusiva en nuestro país, la banda más psicodélica de la escena death metal se presentaba bajo el paraguas de locura en vivo en la madrileña sala La Riviera. Buena entrada y mucha gente ávida de sentir de nuevo el espectáculo cósmico que se gastan Encantamiento de sangreque venían a pasear su inapelable Absoluto en otra parte (Century Media, 2025), quizás uno de los mejores discos del pasado año en su género, y no exageramos si lo catalogamos como uno de los discos imprescindibles de la historia para entender la evolución del – esa etiqueta siempre difusa – metal extremo.
Antes apareció Tristán brilló a los mandos de su máquina (y esto no es una licencia literaria) de Autor y Castigadoruno de los puntales actuales dentro del sonido industrial y el avant-garde metal. Como cabía esperar, uno de sus conciertos, aunque fuese de telonero, no iba a ser algo fácil de afrontar, con los consiguientes sonidos futuristas sacados de todo el “trasterío” que luce encima del escenario y acompañado únicamente por un guitarrista.
Así, entre pistones y explosiones retumbando, como si estuviéramos dentro del tambor de una lavadora industrial en pleno proceso de centrifugado, el bueno de Tristán castigó a base de bien a la audiencia, que miraba entre la fascinación y el trance, preguntándose si eso era cierto o no. brillóun tipo formado en la mecánica industrial y los coches (su anterior empleo era de mecánico), no se anda con rodeos ni remilgos, y prueba de ello – también – es la leyenda que luce en su maquinaria, tal y como hiciera Woody Guthrie en su guitarra, “This Machine Kills Fascists”, ahí queda eso.
Y entonces, sin previo aviso y sin apenas tiempo para asimilar lo que se había visto, comenzó a sonar “St. Elmo’s Fire” de Brian Enopara luego continuar con (enlatadas también) eloy y Kraftwerk; “Master of Sensation” y “Pocket Calculator”, toda una declaración de principios, como queriendo decir: “ahí queda eso, metaleritos, nosotros venimos del Kraut alemán y no de los infiernos”.
Encantamiento de sangre venían a tocar entero el mencionado Absolute Elsewhere, por lo que, a nivel de setlist, nada de sorpresas – si exceptuamos el final del concierto -, aunque en lo tocante a lo musical, un concierto de los de Denver nunca se sabe los derroteros que puede tomar. Con “The Stargate” (dividido en tres Tablets, como si de un códice sumerio se tratara), comenzó el ascenso a la cumbre sonora de la que no se bajarían en todo el show.
En el segundo bloque, con “The Message”, se mantuvo la estructura ritual, tres partes que hablaban entre sí, más atmosféricas y místicas, pero iguales en intensidad y volumen atronador, un equilibrio perfecto entre devastación y meditación. Algo que solo pueden hacer ellos sin caer en la pantomima.
La Riviera respondió sobradamente, sonido contundente, limpio – todo lo limpio que se puede pedir en una banda de estas características en directo – y envolvente, si obviamos algunos problemas iniciales para escuchar los guturales de Pablo Riedlque afortunadamente se fueron resolviendo. Pero, sobre todo, un público concentrado y atento a la banda en todo momento, pocos celulares en alto – por extraño que parezca – y aquí sí que da igual que la gente charle; el volumen atronador no dejaba escuchar nada que no fuera el concierto.
Un concierto centrado en el sonido, con unas luces austeras y con muchos contras (la pesadilla de cualquier fotógrafo) y sin demasiado despliegue sobre las tablas, exceptuando unas columnas gigantes de aspecto egipcio, emulando la portada del disco en cuestión. Con tan poco, lograron lo que pocos consiguen, una experiencia total que te sacude y te arrastra sin pedirte permiso.
El tramo final fue ya un apocalipsis de energía, con “The Giza Power Plant” sonando apabullante, “The Vth Tablet (Of Enûma Eliš)” esculpiendo jeroglíficos con riffs, para rematar con “Meticulous Soul Devourment” y “Obliquity of the Ecliptic”, dejando todo como si hubiera pasado un ejército de bulldozers.
La ironía cósmica – a la par que grandeza – de Blood Incantation es esa que, en una misma canción, pueden sonar como unos Pink Floyd de Syd Barrett a la vez que a unos Ángel morboso pasados (más aún) de rosca. Lo mismo te susurran suavemente al oído que te dan con el puño en la cara. Entre el minimalismo sintético de Kraftwerk y la densidad mística de todo lo que encierra la imaginería de sus últimos trabajos, demostraron que el death metal puede ser también una forma elevada de música psicodélica.
Como postre, “Wind of Change” (sí, de los Scorpions) sonando mientras se despedían, del death metal intelectual a la broma de la Alemania reunificada. Hay que amarlos.
Fotos Conjuro de sangre + Autor y Punisher: Fernando del Río
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