«De niño, nunca pensé que por gustarme una cosa no podía gustarme otra. Pensaba: es música, es una vía de escape. Y si tienes esa vía de escapatoria, en teoría deberías planear diez rutas de escape, no centrarte solo en una. No deberías reducir tus horizontes de evasión; deberías tratar de encontrar todos los túneles posibles.»
Al habla Andrew James Weatherall. Era el año 1991 cuando le dijo esto al periodista Robar Joven en El alambre. Si los noventa está, en gran parte, asimilado al estallido del triphop y sobre cualquier otra cosa el oropel del britpop, fue precisamente Todo el tiempo quien produjo a unos Grito primigenio que querían abandonar el barco del rock embalsamado en la nostalgia. En 1991 salió al mercado de la mano de Creación, grita madelicaun trabajo que sirvió a los de Glasgow para hibridar música dance, soul y dance en un ceremonial de sonidos psicodélicos nublados por el éxtasis. Dice el productor fallecido en 2020 que todo ese disco se grabó con total libertad de movimientos por su parte. Cero cortapisas. Muchas rutas de escape.
Pero para el que fuera miembro fundador del sello Producciones propias del niño lo de la fama no era algo que estuviera en su hoja de ruta, y por eso siempre andaba buscando esas rutas alternativas con las que urdir una de las carreras más fascinantes de la música electrónica a través de sus diferentes alias. Efectivamente, los 90 no sólo pasarán a los anales de la historia por el triphop y el britpop, sino también hay un capítulo fundamental destinado a la electrónica escapista de Andrew Weatherall, Gary Burns y Jagz Kooner: los imprescindibles Los sables del paraíso.
Ahora se cumplen el trigésimo aniversario de los dos elepés del trío, y por esta razón el sello Urdimbre los reedita en doble vinilo con racanería a la hora de incluir material gráfico adicional, aunque en Salón de baile embrujado sí añaden las remezclas de Portishead para “Planet D”, y de Nuca para la magistral “Wilmot”. Menos es nada.
Sabresónico, editado en 1993 – menuda añada: el Debut de Björkel En el útero de Nirvanao el Ingresar El Wu-Tang (36 Cámaras) de Wu-Tang Clan son solo algunos discos que estarían en el pedestal de más de un melómano – lo definió Javier Blánquez como un “fresco cyberdélico”, en donde el trío de productores jugaban con las capas de sonido, los espacios angostos, los ambientes ululantes y densos del dub, y volviendo a Rob joven “[…] la necesidad de una retirada táctica: crear un espacio para abstraerse en la música de nuevo, y establecer un proceso donde escuches las emisiones sin estar tan consciente de quién las está emitiendo. Una inmersión total hacia terrenos pantanosos y de texturas abisales. Abriendo con “Still Fighting” que parece una toma traspapelada en los archivos del grita madelica con esos radiantes efluvios impregnados de acid house sobre terrenos acuosos y fantasmales que hacen de puente para virar hacia “”Smokebelch I”, y esos bucles graves y sonidos de hola sombrero que van rasgando el sonido, como si estuvieran creando una especie invasora mutante. Por su parte, “Ano Electro” tiene sus versiones Andante y Alegro: la primera aúna una estética más telúrica con un juego de bases sintetizadas repetitivas y evocadoras; la segunda el pulso es mucho más chispeante con elementos que recuerdan a escenas de películas de ciencia-ficción, así como de illbient, mientras que “Inter-Lergen-Ten-Ko” es una melodía que combina house, psicodelia espacial, y un guiño a la música pop.
La otra obra maestra es Salón de baile embrujado editada en 1994, año en el que la navaja estaba preparada para asaltar la pista de baile. Dicen Los sables del paraíso que este disco lo grabaron con ochos canales cada uno en su mesa de mezclas, y con el estudio totalmente silenciado al estilo de los productores jamaicanos de dub. Cada uno iba añadiendo bases que les parecían pertinentes en cada momento para crear este muzak de hechuras espaciosas. Un juego loco y maravilloso. Este es un disco en donde se palpan las sensaciones, los estados de ánimo y el clamor de la ciudad. También es una virguería como diseñan el sonido, como cada ruido crea angostos pasadizos en donde uno encuentra espacio para divagar. “Bubble And Slide” son ritmos maquinales que tienen alma propia, pero a la vez se deslizan por los parajes herrumbrosos de una delirio soñada; “Planet D” es dub combinado con el exotismo de Omar Khorshidpero también parece la banda sonora de una película negro; en “Wilmot” hay sirenas, ritmos pantanosos al estilo Los calambreslíneas de música de salón: en esta canción se condensa una cosmología entera. Fueron únicos e irremplazables.
Escucha Sabresonic / Haunted Dancehall de The Sabres Of Paradise