Hace más de 30 años que Jurassic Park (Parque Jurásico) nos dio una lección de ciencia tan convincente y entretenida que por un momento nos pudimos llegar a creer que era real. Por supuesto, sabemos que todo lo que explicaba sobre el ADN no ha conducido a poder volver a crear dinosaurios, aunque no por ello deja de tener una base científica real con potenciales líneas de investigación.
Ya en el momento de escribir la novela original, el autor Michael Crichton estuvo leyendo investigaciones académicas que le permitiesen desarrollar una novela de ciencia ficción. La investigación de George Poinar, Jr. y colaboradores proporcionó la base necesaria para toda la película, ya que estaban investigando sobre una “forma de extrema de momificación” a través de examinar una mosca fosilizada de hace 40 millones de años. Dentro del ámbar había preservadas estructuras intracelulares que sugerían la posibilidad de extraer ADN del espécimen.
Años más tarde de publicar el estudio, Poinar recibió la visita de estudios de Hollywood para observar su laboratorio, ya que el libro se había publicado y era todo un éxito. A raíz del mismo, George y otro investigador, Raul Cano, establecieron una nueva investigación que iba a recuperar el ADN más antiguo posible a partir de un gorgojo fosilizado en resina hace 130 millones de años. El resultado se publicó un mes antes de estrenarse la película de Steven Spielberg en junio de 1993, y casi parecía parte de la ambiciosa estrategia promocional de la misma.
Pero fue realmente el fenómeno que estaba siendo la película sin estrenarse, haciendo la genética un tema de interés público, lo que estaba motivando una rama científica temprana como el estudio del ADN antiguo. Una no exenta de controversia, ya que para llegar a capturar las secuencias extintas había que destruir parcialmente los fósiles de los insectos antiguos, lo que otros investigadores desaprobaban ya que esos restos se podían emplear todavía para análisis evolutivo.
La rotura de los mismos hacia imposible esta línea de investigación, así que en lugares como el Museo de Historia Natural en Estados Unidos se resistían a favorecer las investigaciones del ADN antiguo. Es cierto que tampoco ayudaba que los propios métodos para extraer este material genético tenían mucho riesgo de contaminación, sea por otros organismos del laboratorio (bacterias, esporas) o el propio ADN de los investigadores, haciendo las muestras inútiles para desarrollar evidencia científica.
Una valiosa prueba y error
Varios intentos se produjeron a lo largo de los años, y hoy día se siguen encontrando restos de ámbar que tienen insectos fosilizados, pero ya no se intenta romperlos para extraer ADN. En 2012 se concluyó por parte de un grupo de científicos que la vida media de una cadena de ADN es de 521 años, por lo que es imposible extraer nada de muestras que se remontan a decenas de millones de años.
Lejos de ser un fracaso, la línea de investigación del ADN antiguo proporcionó un interesante esclarecimiento sobre lo que se puede y no se puede hacer con estas muestras. “Gran parte de la ciencia es ensayo y error y descubrir lo que no sabemos” explicó la historiadora científica Elizabeth Jones al Smithsonian Magazine en 2018, e intentar seguir los pasos de Jurassic Park ayudó a dilucidarlo.
Además, no todas las posibilidades se han descartado. Todavía es imposible que se resuciten a los dinosaurios, y va a ser así durante largo tiempo, pero todas estas investigaciones abren todavía un prometedor futuro para rescatar otras especies extintas como los mamuts lanudos de igual modo que se ha logrado con los lobos terribles o gigantes.
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