Cualquiera que vaya habitualmente a conciertos de música habrá comprobado cómo los precios se han disparado fuera de control. Incluso los que sólo quieren ver a sus pocos grupos favoritos comprueban como tienen que tragar sapos incómodos en forma de precios desorbitados, tarifas abusivas y otras triquiñuelas de ticketeras que poseen el monopolio de la industria, y aprovechan la situación para explotar a público y también a artistas que deben pasar por el aro.
Nada puede cambiar realmente si nadie se planta, aunque sea difícil. Pearl Jam se toparon con la dura realidad cuando vieron que los precios de sus entradas estaban volviéndose imposibles, y les estaba distanciando de los espectadores más humildes que fueron su gran apoyo cuando estaban empezando. En 1994 eran una de las bandas del momento, y Tickemaster se aprovechó a lo grande del fenómeno.
La banda de Seattle se revolvió contra esto, y reclamó que la ticketera rebajase las tarifas a 1,8 dólares y sus entradas a 18 dólares, una cifra muy inferior a lo que estaba dispuesto a acceder Ticketmaster. Su respuesta final fue cancelar la gira prevista en 1995 con ellos y empezar a tocar en recintos por su cuenta. No era fácil, ya que Ticketmaster tenía bajo su control a la mayoría de grandes localizaciones y locales, a los que ofrecía un porcentaje de sus ganancias siempre y cuando no dejasen a otra ticketera operar para vender las entradas.
Al margen de la industria
Así, Pearl Jam tuvieron prácticamente que autogestionarse una gira que fue logísticamente una pesadilla. Tuvieron que tocar en estadios de fútbol americano no adaptados para llevar un concierto, no hablemos ya de alguien de su envergadura, y en zonas rurales tuvieron que tocar improvisando escenarios. Muchas fechas tuvieron que cancelarse porque no podían darse las condiciones para celebrar un concierto.
Pero no estaban dispuestos a dejarse doblegar por un gigante capitalista. La banda participó en una investigación federal del Departamento de Justicia de Estados Unidos para señalar las prácticas de la empresa que iban a en contra de la ley antimonopolio. Sus intervenciones en el congreso llamaron mucho la atención, al ser la primera banda de rock alternativo que pasaba por tal edificio con tales atuendos, pero también por querer resistirse a una industria injusta. Fue uno de los eventos clave en su historia que quedaron recogidos en el documental Pearl Jam Twenty de Cameron Crowe.
Varios informes señalaron que la decisión tomada por el grupo de Seattle les costó aproximadamente 2 millones de dólares, principalmente por lo que dejaron pasar de haber trabajado con Ticketmaster. Pasaron años sin aliarse con el gigante, hasta que llegaron a un acuerdo que fuese medianamente razonable con sus fans de toda la vida. Además, propulsaron medidas para evitar la reventa que incrementase desmesuradamente el precio. Fue, eso sí, una victoria mínima que no derribó a Goliath.
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